Varias “megaamenazas” ensombrecen el horizonte: cambio climático, inflación, desigualdades sociales, pandemias y, no por último menos importante, una escalada bélica entre potencias nucleares. Frente a este panorama sombrío, una luz aparece en la sombra, con la esperanza en que la descarbonización de la economía es posible. Esa luz es el rápido crecimiento de las energías renovables, pero ¿es ese crecimiento lo suficientemente rápido?
El mundo sigue funcionando principalmente a base de combustibles fósiles. El 80% del suministro mundial de energía procede de la combustión de petróleo, gas y carbón, y solo el 12% de las energías renovables (principalmente hidráulica, eólica y solar).
Aunque las energías renovables crecen deprisa, la demanda energética mundial también progresa. Por tanto, las nuevas energías limpias instaladas no vienen a sustituir claramente los combustibles fósiles, sino a sumarse a ellos en la matriz energética mundial.
Fuente: Agencia Internacional de la Energía
¿Dónde están las buenas noticias?
La buena noticia estos días llega de la mano de una producción de electricidad cada vez menos descarbonizada. En 2022, alrededor del 27% de la electricidad mundial procedía de energías renovables (hidráulica, eólica o solar), según un reciente informe publicado por el think tank Ember (las cifras de la Agencia Internacional de la Energía se publicarán en octubre).
Aun así, la electricidad sólo representa el 20% del consumo mundial de energía con lo que la mayoría de las actividades humanas (transporte, calefacción, industria...) siguen funcionando en gran medida gracias a los combustibles fósiles líquidos, gaseosos y sólidos que han provocado y siguen agravando la crisis climática.
El mundo aún no está reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero. No se está cumpliendo lo firmado por los países en el Acuerdo de París que, recordemos, tiene como objetivo mantener a la humanidad relativamente a salvo del caos climático.
En marzo, el IPCC volvió a dar la voz de alarma, recordándonos la urgencia de reducir el consumo, mejorar la eficiencia energética y cambiar a fuentes de energía limpias, si queremos evitar los impactos climáticos más catastróficos.
En el último año, las energías renovables siguieron creciendo muy rápidamente, empujadas por el estado de policrisis en el que vivimos desde 2020, según explica REN21 en su reciente Informe sobre la situación mundial de las energías renovables.
La mejor noticia del informe es que los principales sectores consumidores de energía (construcción, industria, transporte y agricultura) están aumentando la parte de energías renovables (ER) en su suministro energético a un ritmo sin precedentes.
Fuente: REN21
La reciente Conferencia Internacional Española de Energías Renovables SPIREC, celebrada en Madrid, introdujo lo que se perfila como el “año de las energías renovables”. La conferencia reunió a expertos de más de 100 países, representantes de un amplio abanico de representantes de la industria y los gobiernos que debatieron en torno a los cinco ejes clave para la transición energética: oferta, demanda, economía, sociedad e innovación.
La transición energética debe satisfacer las necesidades de las personas de manera sostenible y una buena guía para lograrlo son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y en concreto el ODS 7: energía asequible y no contaminante para todos.
¿Qué requiere la revolución de la energía limpia?
Tecnología solar expuesta en la feria Genera en febrero de 2023 en Madrid. Foto: 10 Billion Solutions
Las energías renovables han cobrado un enorme impulso, alimentado por un fuerte sentido de la urgencia, por avances tecnológicos clave, la reducción de costos de producción y avances en el almacenamiento de energía limpia. ¿Se traducirá este impulso en la revolución que se requiere en este contexto de crisis climática, o estaremos ante una mera evolución? Los enormes progresos de las energías renovables y de las tecnologías conexas hacen que la transición hacia una economía de bajas emisiones sea mucho más fácil y económicamente viable. La cuestión ya no es "¿energías renovables sí o no?", sino "¿cuándo?".
Los giros geopolíticos, junto con los riesgos y el caos que están generando, están siendo un vector para la transición masiva de las energías renovables. En Europa, en particular (pero no sólo), la guerra de Ucrania ha modificado profundamente las estrategias energéticas, con una nueva y acuciante necesidad de seguridad y autonomía energética. Las energías renovables son, obviamente, una baza para avanzar hacia esta seguridad: después de que el carbón y el gas fósil se hayan disparado inicialmente, las energías renovables siguen creciendo en porcentajes relativos de la combinación energética. Sin embargo, esto no debe ocultar el hecho de que, en la actualidad, el uso de combustibles fósiles sigue creciendo al menos con la misma rapidez, como consecuencia del fuerte aumento de la demanda mundial.
La electrificación es una necesidad, en tantas áreas de nuestras economías como sea posible -calefacción, refrigeración, industria, agricultura, transporte, etc. Aunque la electrificación permite eliminar la quema de combustibles fósiles en el punto de consumo es necesario que la propia electricidad proceda de fuentes renovables, para que la electrificación no conlleve una “deslocalización” de la contaminación.
En la feria Autonomy 2023, celebrado en marzo en París, se exhibieron nuevos vehículos eléctricos. Foto: 10 Billion Solutions
Descentralizar y democratizar la producción de energía y relocalizar las industrias cerca de las nuevas fuentes de energía distribuida. La tecnología de las energías renovables permite pasar de unas pocas empresas dominantes a una red muy granular de proveedores de energía de todos los tamaños. Sin embargo, la promesa de que los hogares, las empresas o las ciudades generen su propia energía no está exenta de dificultades. Un ejemplo es la red eléctrica estadounidense, o más bien el acceso a ella, y su complejo sistema regulador, no fueron diseñados para gestionar la repentina afluencia de nuevas fuentes de energía; como consecuencia, el simple hecho de obtener permiso para conectarse a la red puede llevar años. Según un estudio del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, menos de una quinta parte de las propuestas de energía solar y eólica superan la cola de interconexión.
Hay que mirar más allá de las soluciones puntuales que utilizan energías renovables y considerar las cadenas de suministro completas a la hora de evaluar el potencial de descarbonización. Un ejemplo clásico son los vehículos eléctricos, que no emiten CO2 directamente cuando se usan. Sin embargo, la producción de sus componentes se hace en gran parte utilizando combustibles fósiles como fuentes de energía (acero, minería de tierras raras para baterías, plásticos, etc.).
La aceptación social es clave; la narrativa en torno a las energías renovables debe ser convincente y federar a todas las partes de la sociedad. También debe ser inclusiva y justa, para hacer aceptables los profundos cambios necesarios en la producción de energía, los modos de consumo y el ahorro. Por ejemplo, la demanda global de energía aumenta de forma constante y pronunciada. La mayor parte de esta demanda es, por supuesto, legítima, sobre todo en los países en desarrollo, pero en los países ricos, ¿debe considerarse este aumento como un hecho inevitable, o debe introducirse una mayor conciencia sostenible para distinguir entre las necesidades fundamentales y las que no lo son? Lo más probable es que sea necesaria una definición y aceptación social de lo que significa la suficiencia o sobriedad energética, a la vez que se garantiza un acceso justo y equitativo a la energía.
El impulso político seguirá siendo vital: la energía renovable será fundamental para lograr la neutralidad de carbono, y será primordial una dirección política persistente, para garantizar que los compromisos de neutralidad de carbono se ajusten a las recomendaciones del IPCC, y que se traduzcan en objetivos a corto, medio y largo plazo, con planes de transición claros. Todo ello debe ir acompañado de una reducción progresiva de las subvenciones públicas a los combustibles fósiles, que han alcanzado récords durante la actual crisis energética. Las políticas gubernamentales deben armonizarse entre países y deben convertirse en la columna vertebral de la transición. En este sentido, España, que acogió el SPIREC, ha sido un claro precursor en el impulso del crecimiento del sector de las energías renovables. Ha demostrado una sólida gobernanza a la hora de establecer objetivos claros en este ámbito, y de garantizar que la ejecución de esos planes se lleve a cabo. Esto ha permitido a España contar ser el octavo país con mayor capacidad renovable instalada del mundo, y el segundo en Europa, con las energías renovables rondando el 50% de la generación de electricidad del país. España es también líder en I+D en renovables y en capacidad de fabricación de componentes de energía eólica y fotovoltaica.
El papel de las políticas públicas en la aceleración de esta transición es crucial para impulsar las economías y sociedades al punto de inflexión que inaugure la era de la sostenibilidad y la descarbonización. Con los grandes avances tecnológicos de las renovables y su atractivo económico, no se necesitan ingentes cantidades de dinero público, pero sí las suficientes para actuar como catalizador del cambio y que fomente las inversiones privadas.
Sin duda, la transición hacia una matriz predominantemente descarbonizada es compleja, como ilustra el rastreador de las energías limpias de la Agencia Internacional de la Energía. Sin embargo, nunca como hoy había tanta base para creer que lograrlo es posible, no solo por el avance de las renovables clásicas como la solar y eólica sino también en las energía alternativas. Tomemos el ejemplo del hidrógeno natural, que podría extraerse de la tierra en lugar de ser producido a partir del metano o electrolisis, que requieren grandes cantidades de electricidad. Podríamos aprovechar las infraestructuras y los conocimientos técnicos de las industrias tradicionales de los combustibles fósiles para la exploración, producción y transporte de hidrógeno limpio. Es posible que haya cientos de millones de megatoneladas de hidrógeno en la corteza terrestre, y aunque sólo se pueda acceder a un 10% de él, eso ya cubriría la demanda durante cientos de años al ritmo de consumo actual.
Sin embargo, la promesa del hidrógeno oculto sigue siendo una posibilidad lejana, como lo es la fusión nuclear. En cambio la tecnología renovable existente, si se despliega a una escala mucho mayor en combinación con una mayor eficiencia energética, ya es más que suficiente para hacer posible la profunda transformación energética que el mundo necesita urgentemente para dejar atrás la era de los combustibles fósiles.
Autoría: 10 Billion Solutions - Consultora de comunicación especializada en clima y sostenibilidad.
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Foto superior (aerogeneradores): Pedro Salas / Getty Images
